| Dentro de las artes visuales existe una corriente, el arte político, 
          que tiene una larga historia dentro y fuera de nuestro país, corriente 
          nutrida de obras que enfrentan el poder, que se revelan contra su voracidad 
          represiva. Pero junto a esta línea de expresión artística, Occidente 
          atesora un patrimonio de arte político que, durante siglos, colaboró 
          con la represión. Me refiero al arte cristiano, el cual contribuyó al 
          desarrollo y afianzamiento del poder de la Iglesia, poder este que se 
          extiende hasta nuestros días.
 Dada la convicción religiosa de quienes realizaron el exterminio en 
          nuestro país y del apoyo que la iglesia, como institución, les aportó, 
          me parece de interés señalar algunos parentescos entre la iconografía 
          de la represión cristiana y los versículos que la inspiraron, con los 
          atroces sistemas represivos que desarrolló el Proceso: la relación entre 
          la violencia de la religión y la violencia de los religiosos.
 
 En la Biblia se manifiestan diferentes líneas de pensamiento: Por un 
          lado, aquellas ideas que expresan la tolerancia y nos convocan a bendecir 
          a aquellos que nos maldicen. Por el otro, aquellas que maldicen y amenazan, 
          con sufrimientos terrenales o infernales, a los infieles, herejes y 
          demás pecadores.De aquellas dos expresiones de la moral cristiana, nacen 
          otras tantas corrientes religiosas: La que se extiende desde Bartolomé 
          de las Casas hasta Angelelli y los curas villeros, y la que luego de 
          la Inquisición, los progroms y la Conquista, se renueva vigorosamente 
          en el Proceso.Durante siglos de influencia por medio de aquellas dos 
          ideas, de los argumentos catequizadores, la promesa de felicidad eterna 
          o la amenaza del eterno tormento, el Vaticano optó por priorizar este 
          último y utilizó a sus artistas para reforzar sus campañas intimidatorias 
          y reafirmar, así también, su poder.
 
 Occidente cuenta entonces con un patrimonio extraordinario de obras 
          que enarbolan la tortura como argumento evangelizador, logrando construir 
          una gran y muy poderosa cultura en base a la mayor de las inculturas: 
          La amenaza del terror. La tortura auspiciada por los dioses en la Biblia, 
          condenada por los hombres en las Naciones Unidas y, sistemáticamente, 
          usada por el Proceso y sus genocidas, aparece en diversas formas en 
          los libros sagrados y en las obras de arte que los ilustran. El Gioto 
          muestra en la hermosa Capella degli Scrovegni, un demonio arrancándole 
          el pene a un pecador, una pareja de adúlteros colgados de sus genitales, 
          un diablo montado sobre una muchacha mientras le vuelca plomo derretido 
          en la boca y otros con diversos instrumentos usados para atormentar 
          a sus víctimas. Miguel Ángel en su Juicio Final, pinta a un pecador 
          a quien un demonio le mete la mano en el ano para arrancarle las entrañas.
 
 La Dictadura Militar utilizó varios de esos procedimientos bíblicos 
          y agregó otros como la picana. Entre los recursos con antecedentes en 
          las Sagradas Escrituras, está el de prolongar la vida del torturado 
          con la ayuda de un médico para evitar que la muerte lo libere, idea 
          que se expresa así en el Nuevo Testamento cuando refiriéndose a las 
          bestias apocalípticas que vendrán a castigar a los impíos dice: "Y les 
          fue dado que no los matasen, sino que los atormentasen cinco meses (...) 
          y en aquellos días buscarán los hombres la muerte y no la hallarán..". 
          (Ap.9,4). La colaboración Iglesia-Proceso no ha cesado: su silencio, 
          su negativa a informar sobre el destino de los chicos robados, y su 
          empeño en una reconciliación imposible, son parte de su campaña por 
          rehabilitar a la dictadura (con su poder de amedrentamiento) y lavar 
          sus crímenes.La Iglesia continúa en manos del mismo grupo que dirigía 
          (pese a algunas modificaciones o cambios en la cúpula) el Episcopado 
          cuando alentaba al Proceso, con su silencio o con estas palabras: "comprendemos 
          que quienes son responsables del bienestar del país se han visto obligados 
          a tomar medidas extraordinarias". Estas palabras fueron incluidas por 
          el Episcopado en una nota a la Casa Rosada, en marzo de 1977, sabiendo 
          que las medidas extraordinarias eran secuestros, crímenes, torturas, 
          robos y un especial ensañamiento con los judíos. Las relaciones y complicidades 
          aún no se agotan. Mientras la Iglesia se erija como poder dentro de 
          un marco de colaboraciones con el poder del Proceso y con el poder político, 
          seguirá siendo cómplice y encubridora de los crímenes impunemente cometidos.
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